"UN Tenate - de cuadros

en New York

osé Martí

Un remate de cuadros

en New York

José Martí

Edición ilustrada y comentada

Investigación y adaptación Alejandro Herrera Moreno Gretel Herrera Durán

FUNDAC IÓN CRU

¿TURAL

Fundación Cultural Enrique Loynaz Santo Domingo, República Dominicana, 2023

Sobre la presente edición:

O Fundación Cultural Enrique Loynaz, 2023 Edición sin fines comerciales y de libre difusión para la educación y la investigación realizada en el marco de las actividades por el 170 aniversario del natalicio del héroe de nuestra América José Martí

ISBN 978-9945-9286-4-8

Investigación, adaptación y diseño: Alejandro Herrera Moreno y Gretel Herrera Durán

Asistente de diseño y diagramación: Alejandro Herrera Durán

Portada: Lucha salvaje entre el caballo blanco encabritado y el león rugiente (1855) del pintor y escultor belga Eugéne Joseph Verboeckhoven, tomada de BERKO. Contraportada: La misma obra en el grabado del catálogo de la Colección A. T. Stewart.

Editora Fundación Cultural Enrique Loynaz Santo Domingo, República Dominicana

Referencia: José Martí: “Un remate de cuadros en New York”, Edición ilustrada y comentada por Ale- jandro Herrera Moreno y Gretel Herrera Durán. Editora Fundación Cultural Enrique Loynaz, Santo Domingo, República Dominicana, 2023, 37 pp.

Al olor de la riqueza, se está vaciando sobre Nueva York el arte del mundo. Los ricos para alardear de lujo, los municipios para fomentar la cultura; las casas de bebida para atraer a los curiosos, compran en gran- des sumas lo que los artistas europeos producen de más fino y atrevi-

do. Quien no conoce los cuadros de Nueva York, no conoce el arte!. José Martí

Acerca de la Colección Pinacoteca Martiana

El proyecto Pinacoteca Martiana? de la Fundación Cultural Enrique Loynaz, en su primera etapa, re- unió y editó —por primera vez— las imágenes de trescientas cuarenta obras de arte (dibujos, pinturas y esculturas) que abarcan períodos históricos que van desde la Antigiiedad al siglo XIX,con los comentarios que sobre ellas había hecho José Martí en sesentaio- cho de sus escritos, ofreciendo así un recorrido cro- nológico por las artes plásticas en el quehacer martia- no; desde sus tempranas valoraciones de 1875 en la Academia de San Carlos hasta sus últimas conside- raciones sobre arte en 1894, en el periódico Patria.?

Esta segunda etapa del proyecto se concentra en te- mas específicos, seleccionando dentro de la informa- ción compilada, contenidos puntuales (por ejemplo, galerías, exhibiciones, obras o artistas) para crear, a través de la Colección Pinacoteca Martiana, edicio- nes temáticas, totalmente ilustradas y comentadas, que motiven y faciliten el acercamiento de inves- tigadores, estudiantes o el público en general a las valoraciones de José Martí sobre las artes plásticas.

Al poner juntos los textos de José Martí, con las imágenes de los cuadros que protagonizan su ejer- cicio crítico, podemos entender mejor su análisis in- terpretativo y descriptivo, así como las conclusiones y juicios críticos que él formula sobre las obras ana-

lizadas en apreciaciones profusas en detalles sobre composición, texturas, trazos, colores o el dominio de luces y sombras. Comprenderemos mejor sus opiniones acerca del contenido de la obra, la historia que trata, los personajes que intervienen, los aspectos ideológicos que esconde o la realidad socio-política en que encaja. Nos sentiremos más cerca del artista cuyo carácter, influencias, destrezas, anacronismos y defectos, se mencionan en el contexto de la crítica.

Pero más que eso, leer las valoraciones de José Mar- teniendo ante nosotros la imagen del objeto de su prosa crítica (visualmente rica en misma), nos coloca en el centro mismo de las emociones que la obra suscita y que él nos revela: tranquilidad, repo- so, piedad, desafío, cólera, consuelo, pureza. Invo- lucrar al lector en esta experiencia del arte como expresión de sentimientos que desborda de la críti- ca martiana dedicada a la plástica no es un objetivo menor de estas ediciones temáticas ilustradas de la

Colección Pinacoteca Martiana, pues: “¡triste aquel que delante de un cuadro hermoso no haya sentido en como el crecimiento de una fuerza extraña, y en su garganta como amontonadas sin salida las pa- labras de contento y conmoción! Son las leyes de lo

eterno, que escapan a los legisladores de lo físico”.*

Introducción

La presente edición está dedicada a la crónica “Un remate de cuadros en New York” publicada en 1887: el 14 de abril en El Partido Liberal de México? y el 22 de junio —con ligeras diferencias en el texto— en La Nación de Buenos Aires”, y que recoge las impresiones de José Martí tras su visita a la subasta de cuadros del empresario multimillonario irlandés y coleccionista de arte Alexander Turney Stewart (1803-1876), que tuvo lugar del 23 al 25 de mar- zo de 1887 en el Chickering Hall de Nueva York. A este acaudalado personaje, ya había dedicado un reportaje en El Partido Liberal del 12 de noviembre de 1886, donde aparecen sus primeros comentarios críticos sobre el coleccionista y sobre algunas de las pinturas más significativas de su amplia colección.*

En “Un remate de cuadros en New York” Martí co- menta veintiocho cuadros de veintisiete pintores de Europa y Estados Unidos. En esta edición cada uno de estos cuadros cuenta con imágenes que permiten visualizarlo en el contexto donde se menciona, así como con explicaciones al final del libro, apoyadas en referencias de arte en la obra martiana y otras fuentes. Para la identificación de las obras nos he- mos apoyado en el catálogo original de 1887 de la coleccción A. T. Stewart, que tuvo dos ediciones. La edición estándar, con 249 páginas sin grabados” estuvo dedicada al público, y es la de la portada roja que tanto llamó la atención de Martí en dos mo- mentos de su crítica: cuando comienza y nos dice

que en la sala llena “los catálogos, empastados de rojo, brillan entre los vestidos negros del concurso como manchas de sangre”; y cuando termina, y la concurrencia se reparte por las calles vecinas *...con sus catálogos rojos brillando osadamente a la luz eléctrica sobre los vestidos negros”. La otra edición, más exclusiva, con una tirada de solo 500 ejemplares, tiene prácticamente el mismo contenido pero más de cuatrocientas páginas, pues incorpora setenta y tres ilustraciones.*” De hecho, en seis cuadros no tuvimos disponibles imágenes a color y utilizamos la imagen en blanco y negro del propio catálogo, complementadas, cuando fue posible, con mues- tras de otras pinturas de sus autores de la misma temática, para que el lector pueda apreciar aspec- tos de estilo, composición o tratamiento del color.

Los datos e imágenes de las pinturas que aparecen en los catálogos fueron claves para la validación de los cuadros que Martí presenta!*, especialmente en los casos donde omite el nombre de la obra o el artista, lo cual no es poco común en su crítica. Por ejemplo, cuando dice: *...se vienen por la sombra del camino, en la majestad de la espesa arboleda, las ovejas cansadas que sacian la sed en el arroyo pedigúeño con que alivia Jacque, artista potente, su oscuro paisaje”? alude a Paisaje y ovejas del pintor francés Charles-Emile Jacque, que aparece en el catálogo con el número 172. Lo mismo ocurre con los “lirios coquetuelos de Adrien Moreau”* que

nos envia a Recogiendo lirios en el estanque del pin- tor francés Adrien Moreau con el número 23 en el catálogo. Del cuadro descrito como “un caballo sal- vaje, atacado por un león”** es el catálogo el que nos permite identificar la obra de 1855 del pintor belga Eugene Joseph Verboeckhoven, que aparece con el número 89 como Lucha salvaje entre el caballo blanco encabritado y el león rugiente y que hemos tomado para nuestra portada y como logo de la presente colección por el simbolismo que tiene en esta crítica, que lo es tanto del arte como de la sociedad norteamericana.

Adelaida de Juan, quien ha profundizado con agudeza en esta dualidad,'* comenta que en este reportaje, que califica de paradigmático, Martí “da de manera insu- perable, la descripción “del modo en que se conducían las subastas neoyorquinas de objetos de arte [donde] la mentalidad estadounidense se acomoda a lo novedoso, lo moderno, lo extranjero, cuando de enriquecerse se trata”.1* Pedro Pérez del So- lar agrega que esta crónica es “una reflexión sobre el alma y sobre el arte, su comercio y su entendimien- to [que] busca formas de aproximarse a las obras que no hagan del mercado el centro organizador del relato, pero que tampoco lo ignoren”.' Por su parte, con un detallado análisis y gran riqueza de notas, Rodolfo Sarracino se adentra en la relación de José Martí y el multimillonario Stewart, con quien, aclara: 'nunca coincidió en Estados Uni- dos”** pues había muerto cinco años antes de que Martí se instalara definitivamente en Nueva York, en 1881. El análisis más completo de esta crónica lo ofrece David Leyva desde sus Notas de un poeta al pie de los cuadros*? quien la considera el estudio

clásico de Martí sobre el mercado del arte, donde a través de la portentosa mano descriptiva del escri- tor cubano viajamos al salón de la subasta para co- nocer los gustos, manera de ser y hasta la apariencia física de los singulares personajes que tipifican la escena: los millonarios que quieren dejar detrás su pasado rural y legitimar con sangre aristocrática su recién alcanzado poder económico y el rematador que les mueve el bolsillo. Leyva complementa es- tas impresiones de la escena y sus protagonistas con una valoración amena y detalla- da de las principales obras.

Teniendo como ejemplo la colección de A. T. Stewart, Leanne Zalewski se aden- tra en el papel que jugaron comerciantes, coleccionis- tas, críticos y subastadores de la Nueva York de finales del siglo XIX en la creación de valores culturales y co- merciales a través de colec- ciones, ventas y catálogos de subastas. Destaca como los catálogos, que ofrecian abundante información so- bre las pinturas, sus creado- res y sus escuelas, incluidos datos biográficos, premios y otras creaciones de los artistas, no pocas veces con grabados de las obras de arte, constituían un capital material —que era la primera preocupación de los estadounidenses— pero que a la larga se transformó

en capital cultural y social”

, como aquí se muestra. Con estos elementos, apoyados con una extensa bi- bliografía al final del libro, el lector podrá profundi- zar en el tema, en cercanía ahora con las imágenes de las obras que un día tuvo ante nuestro José Martí y a las cuales dedicó la crítica aguda, reflexiva y poé- tica del arte y la sociedad norteamericana que aquí presentamos: “Un remate de cuadros en New York”.

CORRESPONDENCIA PARTICULAR DE E£L PARTIDO LIBERAL

Carta a José Vicente Villada, Director de El Partido Liberal fechada el 25 de marzo de 1887 en Nueva York y publicada el 14 de abril en México

Sumario. —Un remate de cuadros en New York.—Venta de la famosa galería de Stewart.—Ha sido una fiesta pública.—Carácter de la galería.— Precios enormes de cuadros célebres.—La escena del re- mate.—El rematador.—El público.—Los cuadros preferidos.—Los pintores de gracia y los de fuer- za.—Daubigny, Jacque.—Zamacois y Madrazo, Michetti, Nittis, Aranda, Boldini.—Rápido esbozo de cuadros de Géróme, Bouguereau, de Knaus, de Munkácsy, del retrato de Humboldt.—Los bufones de Zamacois.—La Marquesa de Madrazo.—Los cuadros de animales.— Los gatos de Lambert.—Las Va- cas de Troyon.—La célebre Feria de Caballos de Rosa Bonheur se vende en $53 000.—La Feria de los caballos. —Friedland, el gran cuadro de Meissonier, obtiene $56 000 en el remate.—Descripción del cuadro.—Napoleón en su hora de gloria.—El grupo de los coraceros.—Defectos y excelencia del arte de Meissonier.—Dos cuadros famosos de Fortuny.—El encantador de serpientes, en $13 000.—La pla-

ya de Pórtici, en $10 000.—Descripción de los cuadros.—Gloria de Fortuny.—El secreto de su color.

Un remate de cuadros en New York

El alma, es verdad, va por la vida, como en la cacería la cierva acorralada, sin tiempo para despuntar los retoños jugosos, o aspirar el aire vivífico, o aquietar la sed en aquel arroyuelo del bosque que corre en- tre las dos riberas verdes, luz derretida, joya líquida, discurso de la naturaleza que fortifica y alecciona por donde pasa. En cuanto el alma asoma, un escopeta- zo la echa abajo: para vivir, hay que esconderla donde no nos la sospechen, y en las horas de soledad, en las horas de lujo, sacarla a la luz tenue, como el relicario que guarda la efigie de la mujer querida, y llorar sobre ella, acariciarle la cabellera pegada a las sienes, aquietarle la mirada ansiosa, y decirle con la voz de los desesperados: «¿cuándo acabaremos, oh alma?» Todo vivo, que debiera ser un aroma, es un cómplice, y la existencia es más feliz mientras son más numerosas y francas las complicidades.

Pero también el alma, aun en estos corrales por don- de la persiguen, tiene sus días de fiesta, en que se re- gocija y dilata: algo se sabe entonces de la maravilla que colora el ónix en las entrañas de los montes, y de esos vapores tornasolados que como mariposas que se despiertan lentamente, van desapareciendo de las cumbres cuando las calienta la mañana. ¿Quién que

padezca de lo agrio de la vida en esta comunidad sórdida no ha de comparar a esos deleites el de ver, como hambriento, sobre quien cae una lluvia de frutas luminosas y aladas, una colección de cuadros soberbios, de esfuerzos del pincel, de gigantescas

acumulaciones espirituales, de las batallas a cuyo

fragor nació este siglo, de los tanteos y afanes con que engaña su actividad aún no madura, de la triun- fante luz y el aire alegre con que la edad nueva se prepara a reanimar, con los flancos abiertos y encen- didos, la dulce religión pagana? ¿No es Fortuny, el vencedor de la luz, el pintor en quien parece haberse reconocido nuestro siglo? él, la gracia heredada; él, la fuerza discreta; él, la creación indecisa y encogida; él, el consorcio de la libertad y la academia; él, la luz armoniosa y final que corona sus ensayos y dudas, tal como del conocimiento de la naturaleza surge, ahu- yentando espantos, la creencia de alas universales a cuyo abrigo crecerán en paz los hombres. “Todo es símbolo y síntesis, y hay que ir a buscarla raíz de todo.

a Francesco Paolo Michetti

ae

S Vicente Palmaroli González

A

Raimundo Madrazo y Garreta

MN

1 e 1

F

>

Giuseppe de Nittis

Pero ahora no, ahora veamos estas obras fa- mosas del arte moderno, esta galería incom- pleta y envidiable que acumuló, por vanidad de advenedizo, el odioso Stewart, el rico im- placable, que encerró viva a su mujer, privada hasta del dinero de alfileres, en un sepulcro de mármol y oro. Aquí, en sus inútiles pujos por igualar la frescura de color del maravi- lloso catalán, están todos esos pintores ele- gantes y alegres: Álvarez, con sus pompas y dorados; Jiménez Aranda, que no acierta a ligar las tintas claras en el aire libre; Nittis, cuyo cielo anaranjado ya mostraba los fuegos de ocaso de su temprana muerte; Simonetti, leve y gracioso como un paisaje de abanico; Palmaroli, un sombrero de paja; Michetti, un «niño sublime» de la pintura de la luz; Boldini, que pinta con el polvo esmaltado

y rebelde de las alas de las mariposas. Za-

macois, sabio como su maestro Meissonier y desolado como Larra, salpica con verdes y rojos altivos sus telas que debaten, arrollan y acusan. Y Madrazo pinta mujeres adorables,

con una luz cernida por un tamiz de seda.

| y A Attilio Simonetti

A

Giovanni Boldini

Eduardo Zamacois y Zabala

ES ==

Luis Álvarez Catalá

¿A qué contar, en esa colección desordenada, los cuadros alemanes de peluca y chupa, los paisajes rojizos y sinceros de los norteamericanos, los lien- zos de asuntos domésticos que seducen a las almas sencillas, los campos graves y corpulentos de los ar- tistas franceses, los estudios académicos, famosos y exangúes? Los cuadros, como los hombres que los crean, se congregan por sus cualidades comunes en grupos: uno u otro, como los magníficos caballos rebeldes en la Feria de Rosa Bonheur, levanta sobre el conjunto, con las crines resplandecientes, la cabe- za. No veamos lo menor, que ese es entretenimiento grato solo a los menores; y propio de ellos. No diga- mos, aunque es verdad, que en esta célebre galería de Stewart no había la ligazón y orden que da a las colecciones meritorias valor lógico e histórico. Amontonó sus cuadros Stewart en la época en que, deslumbrados por Fortuny, todos los pin- tores vivos, los que bus- can y crean, pugnaban por encarcelar la luz y remedar el aire; y eso es lo que tuvo de origi- nal esta galería afamada, fuera de la posesión feliz de algunas obras de empeño en que los pintores glorio- sos de nuestra época campean con su mayor bravura.

En el remate los veremos todos, entre los abejeos de la concurrencia, las ofertas, los chistes, los aplausos, las luces, las cortinas rojas. ¿En cuánto se venderá el Friedland de Meissonier, su único lienzo de tama- ño heroico? ¿La Carrera y el Pollice verso de Géró- me se venderán en acuerdo con su fama? ¿Quién comprará la Feria de caballos, el cuadro monumen- tal de Rosa Bonheur? ¿Nos entenderán nuestros Fortunys, de sombra mística el uno, el otro de cla- ridad centellante? Todo el señorío de New York, para comprar o curiosear, espera pacientemente a que abran las puertas del salón de Chickering. E/ Partido Liberal está en la concurrencia al lado de Jay Gould, un millonario de cuerpo pequeño y

ojos vivaces, que lleva el gabán raído. Son las ocho. La sala está llena. Los catálogos, empastados de rojo, brillan entre los vestidos negros del concurso como manchas de sangre. Un cintillo de luces de gas da sobre el escenario, en cuyo fondo aguardan los cuadros su fortuna, ocultos tras las cortinas en- carnadas. Ábrense las cortinas. El remate empieza.

Como neblina tachonada de globos de colores que- da en la memoria esa escena que la fama de los cua- dros, lo considerable de las sumas y la leyenda del dueño primitivo han contribuido a hacer histórica. Los cuadros aparecían, oían el debate, se desvane- cían detrás de la cortina. El rematador era, como suelen ser ellos, de aguda mirada: espejuelos, nariz

bermeja, barba rala y comida en los arranques: frac:

voz que acude con presteza de urraca donde huele a compra. No se mueve el rematador de delante de su pupitre; y se ve revolotear, cernirse, posarse en un hombro lejano, abalanzarse sobre una presa nueva, saltar, picotear, a aquella voz. Él sigue el humor del público: que el que solicita ha de lisonjear. Deja reír, porque sabe que la alegría predispone a la largueza. No quiere que se hable: «el hablar, señoras y caba- lleros, déjenmelo a mí». Aquella sala de millona- rios le obedece: él, como ellos, es vulgar y astuto. Fascina por la presteza con que anuncia el cuadro, con que sigue las puestas, con que excita a los ri- vales. Para él, un Tiziano se resume en esto: «Sí: ya sabemos que en este país es inútil querer ven- der maestros antiguos». Su lenguaje es este: aparece el cuadro: «¡Ea! párense ahí». «Buen cuadro, muy buen cuadro». «¿Cuánto me dan?» «¿Cinco mil?» «¿Tres mil?» «¿Dos mil?» «¿He oído mil? ¡Mil gra-

cias!» «Cuadro valioso, muy valioso». «No volverán a ver su igual por el dinero». Él no florea, no expli- ca, no alaba la mercancía. «¿Eh? ¿oí dos mil pesos? ¡Dos mil!» «Ha costado mucho, ha costado mu- cho». «No se equivocarán comprando esa pintura».

sabe que estos ricos newyorquinos prefieren a la gloria verdadera de crearse a propios la de apa- recer descendientes de algún buscamozas o guar- dapuertas de monarca. Pero enseguida aparece el retrato de Washington, por Stuart, y las risas se

cambian en un aplauso

graneado. «¡Mil! ¡Dos

Él [rematador] sabe que estos ricos newyorquinos prefie- ren a la gloria verdadera de crearse a propios la de apa- recer descendientes de algún buscamozas o guardapuertas de monarca. Pero enseguida aparece el retrato de Washin- gton, por Stuart, y las risas se cambian en un aplauso...

mil! ¡Tres mil pesos!» Se va el retrato victorio- so seguido de palmadas.

A veces el remate decae.

De tiempo en tiempo dice un chiste, como cuando trajeron tres retratos pomposos de damas a la Du Barry, con un paje negro para realzar su blancura, con mucho pelucón, cota de peto, y gran lujo de flores y de pliegues: «Vaya: no rían tanto: alguno

los necesitará para su galería de antepasados». El

Los cuadros con viejos, niños y animales gustan, lo mismo que los paisajes y marinas, y los de historia y costumbres inglesas. Pero cuando un cuadro notable ocupa el caballete, sosteni- do a uno y otro lado por dos negros de guante y librea, entonces es de ver cómo el rematador, con su arte sutil, enfrena al público, que susurra como colme-

== Ses po” a A

S "ee 5 e A hi

k

Lo e

h-. e Ó sl

na levantada. Descubre a los competidores, dirígese personalmente a ellos, les ruega que no dejen salir el cuadro de la ciudad, se inclina sobre el pupitre como sobre el cuello de un caballo en la carrera, recoge en el aire la puesta nueva, ordena con un gesto feliz al rival que haga una puesta mayor: las provoca, las logra, las engasta en su dedo nervioso y erguido, como el caba- llero del torneo antiguo engastaba las sortijas en

Las obras de gracia alcanzan poco precio en este país de fuerza. La yerba jugosa, el camino solemne, el celaje apretado, los árboles robustos de El fín de mayo de Daubigny, obtienen más favor que las nu- becillas pizpiretas que animan el cielo risueño de Las lavanderas de Boldini, y el elegante boscaje ver- sallés que asiste al paso alabado de sus damas, cuyos

Las obras de gracia alcanzan poco precio en este país de fuerza. La yerba jugosa, el camino solemne, el celaje apre- tado, los árboles robustos de El fin de mayo de Daubig- ny, obtienen más favor que las nubecillas pizpiretas que animan el cielo risueño de Las lavanderas de Boldini...

su lanza! Las puestas sil- ban como si fueran balas. La una da en el aire con- tra la otra. A cada puesta atrevida el público aplau-

de. «¡Al caer, al caer!

¿Quién da más? Cien pe-

sos más? Pues dado!» Las cortinas, como empujadas de adentro por elefantes invisibles, caen sobre el cua- dro que se aleja bajo ellas con ruido de triunfador. A veces, por entre una abertura del cortinaje, se ve a los gañanes, deformados por la faena como los campe- sinos de Millet, forcejear con el cuadro en la sombra.

rostros, pulidos como la cuenca de una concha, aso- man por entre un polvo de colores. Bajo un cielo ru- goso se vienen por la sombra del camino, en la ma- jestad de la espesa arboleda, las ovejas cansadas que sacian la sed en el arroyo pedigúeño con que alivia Jacque, artista potente, su oscuro paisaje; pero esa

dal

Sl

RN

a

e

calma profun- da es preferible

a La vuelta del

bosque de Nit-

tis, donde des-

de sus sillas de alambre, menos frágiles que ellas, ven

pasar las alegres de París

los carruajes que vuelven

del paseo, destacando

sus líneas ligeras en el

aire rojizo. Pinta Va-

llés una Tentación a lo

Casanova, un sacristán,

de puro flaco líquido,

que ya no halla rincón

en su banco donde li-

bertarse de la desenvoltura de tres lozanas mozas:

Una mujer galante de Simonetti, maestro en aguas

y sedas, oye, tendida en un sofá de blancas pieles, el vivo amor de un caballero barbilindo, de quien se burlan, escondidas detrás de una cancela, tres regocijadas curiosas; Michetti, desdeñando esas

falsas poesías, pinta en su arrobadora Mañana de bruma los campesinos italianos, de vistosos colo- res, adelantando en la neblina del crepúsculo con sus verdes melones a la cabeza, mientras rompe a lo lejos, sobre el viejo castillo de cantería, una luz cegadora; pero esos cuadros apenas alcanzaron el

precio de una Familia de gatos de Lambert, que con ese ojo humano que dan a los ani- males los pintores que atentamente los estu- dian, persiguen asombrados los revoloteos de dos mariposas, desde su cojín de gatos ricos.

¿Cómo explicar el gusto excesivo del nortea- mericano por los lienzos de animales, a no ser por ese cariño del conquistador por todo lo que le ayuda a la conquista, por esa ter- nura con que ama el labriego su caballo y su

vaca, por el amor natural de la mujer al gato,

que acaricia, al perro, que acompaña; al viejo amigo del campesino que hala del carro en el verano y en la nieve? Un caballo salvaje, atacado por un león, se vendió en más que la deliciosa Marquesa de Madrazo, mujer que sabe de amor, y, empolvada la cabeza, agra-

ciada la barba con el lunar, dormidos dos altos chopos quebrantando la mo-

nótona llanura, realzan la majestad del horizonte. Pero ni La festa

de niños de Knaus, con tanto

ya los ojos, del sueño venidero, consulta con un espejo de mano la sabiduría de sus hechizos.

rostro menudo que parece Una salva de aplausos moldeado cuidadosamen-

merecida estalló cuando te sobre una manzana;

pusieron en el caballe- te unas Vacas de Tro- yon, no —como otras suyas— notables solo por la firmeza de la copia, sino porque allí los pacientes animales, en cuyo ojo confuso se ve aún la primitiva fuer-

za caótica de la creación, campean con natural bel- dad en el valle sereno donde

ni la Carrera y el Pollice

Verso de Géróme, más célebres que dignos de serlo, puesto que en ellos no iguala al interés del tema la decocción y sabiduría de la pintu- ra;—ni La vuelta de la vendimia de Bouguereau,

grupo frío de labriegos de Italia, donde no pudo este fecundo artista lucir los ná-

15

cares y gracias de la carne, que él anima con una luz de aurora; —ni el retrato de Humboldt que hizo Schreyer—, donde su cuerpo débil sostenido de la cabeza inefable y gloriosa, destácase desde su asien- to en la colina, en el argentado ambiente, en cuyo fondo alzan la cana cumbre los volcanes; ni la

solidez y relieve soberanos de La visita al recién na-

cido de Munckácsy, donde la madre, pálida aún del

admirable dolor, sonríe desde su sitial de convale- ciente a las curiosas amigas que le saludan aque- lla joya labrada en sus entrañas; —ni los Bufones de Zamacois, verde uno, blanco otro, otro rojo, otros en todo el fuego de la luz, otros en un rincón som- brío y el cuadro entero salpicado de enanos, pier- nas colgantes y jorobas, hecho a una luz que acusa

y quema, como el infierno de aquellas tremendas

7 Al - E VA 0 Y

almas, —arrancaron aplausos tan ardientes como el grandioso rincón de bosque vivo por donde los lujosos caballos de Rosa Bonheur van a La Feria. Se ven, se ven aquellos duros lomos, aquellas ancas altas y macizas, aquellas cabezas pujantes y fogosas. Uno negro, normando, se encabrita y flagela con las cri- nes erizadas el rostro del jinete de blusa que lo doma: a paso travieso sigue un pony peludo por entre sus mayores, con la mordida en la mirada. Un mozo va

arrogante, como si supiese que el animal que monta es el más bello. Por el recodo vienen alazanes, retintos, bayos, ruanos. Del otro lado se entran en el bosque los que abrían la magnífica cuadrilla. Un chalán vigoroso, en lo mejor del lienzo, sujeta con ambos brazos desnudos el

paso triunfante de dos sementales blan-

cos. Llevan la cola anudada como para que

se vea el dibujo rico. La carne recia hincha la piel tendida. La luz cae en las ancas.

Sobre ese cuadro fue la bata- lla viva. «¡Cuarenta mil pesos!» dijo una voz vibrante. Ruidos de aplau- sos acogían las ofertas, que iban de mil en mil. «¡Cincuenta mill», «¡Cin-

cuenta y tres mill» En cincuenta y tres

mil pesos lo compró el mayor de los Vanderbilt, para regalarlo al museo de New York, donde servi- de modelo permanente esa obra fresca y pura.

«¡Cuarenta y cinco mil pesos!» «¡Cincuenta mil!»

«¡Sesenta mil!» «¡Sesenta y seis mill» ¿Qué cuadro

es ese que obtiene el mayor precio alcanzado en los Estados Unidos por cuadro alguno? No lo compró, como se creía, el gobierno francés, celoso de que

esté en manos extrañas esa obra eminente del arte de Francia. Es el Friedland de Meissonier, su cuadro querido, su Napoleón en gloria, no cuando —como en aquel otro cuadro suyo 1814— volvía de Rusia con el águila muerta a la grupa de su caballo, sino cuando la fiereza de una criminal ambición no había deslu- cido aún en su rostro de vencedor la gracia olímpica:

desde lo alto de un cerro, rodeado de sus generales y su guardia, con los cuerpos de ejército por horizon- te, saluda Napoleón a los coraceros que en heroico desfile, alzándose sobre los estribos y con los ace- ros fuera de la vaina, van jurando, a galope tendido,

morir por su emperador. Acá la furia e ímpetu de la

carrera, el choque de ferralla de vainas y corazas, la

yerba arremolinada bajo la caballería, el plumeo de los cascos relampagueantes, la locura de los caballos y de las espadas: los caballos flamean, los hombres juran; no hay un músculo en paz, ni en caballos ni en hombres: un corneta, vestido de amarillo, alza el clarín por sobre su cabeza, mientras exhala en una voz el alma: en el fondo del grupo, como un bos-

que de mástiles, se cruzan en

líneas lejanas los aceros: dos

espadas desnudas cortan de

arriba abajo el cielo, a la ca-

beza de la cabalgata. Allá en el cerro, acopiando en los ojos azules cuanto deleite, penetración y misterio caben en el espíritu del hom- bre, mira aquel Jove nuevo a sus soldados vencedores, sentado firmemente en su orgulloso caballo blanco. Por entre la yerba, pintada hilo a hilo, baja al otro lado del lienzo, a marcha lenta, un grupo de húsares de negro morrión, cota azul con alamares amarillos,

y el dolmán rojo al hombro. Un cañón desmonta- do está tras ellos. El cielo, un cielo claro de victo- ria, muestra ya en las alturas algunas nubes pardas.

¿No decíais preguntó Meissonier a los que lo acu- saban de impotencia artística— que yo no pintar el movimiento? Pues aprended como yo, recopiando la vida hebra por hebra, a pintar al animal y al hombre en el grado mayor de animación de que son capa- ces; aprended como yo, pintores de polvo de arroz, a componer obras nacionales y macizas. «Sí» —res- pondió Manet, aquel perseguidor vencido de la luz a quien ha dado Zola cuerpo inmortal en su Claudio de L'Oeuvre, «sí, pero en ese cuadro todo es de hie- rro, menos las corazas. ¿Cómo has de pintar la vida, que jamás has sabido pintar una mujer?»

Ese Friedland como todo lo que Meissonier pinta, es un cuadro maravilloso, pero sin epidermis. Hay naturalezas ogrescas, que necesitan ver la sangre. Si habéis visto cadáveres desollados, ya conocéis ese co- lor cienoso en que Meissonier logra inspirar asunto

y vida, con una paciencia de joyero. Ni en Génova ni en México se trabaja la filigrana con más menudez que la que Meissonier emplea en sus cuadros. Parece el suyo ojo de trilobites, que veía en redondo, con perfección implacable. Pinta pequeño, pero ve gran- de. La carne le seduce a tal extremo que da su color a las sendas de los jardines y a las paredes de las casas. Pero su composición es graciosa, a despecho de su torvedad y constante estado de ira; su invención es profundamente artística, y lleva los caracteres enér- gicos de su persona; y si no acierta a cubrir con un sobrecolor ligado y definitivo las desnudeces de su análisis, acaso para lucir mejor la inimitable fuerza de este, ha sabido pintar como no se pintaron jamás el ojo del caballo, la mirada de Napoleón, y el son- riente y festivo azul del cielo.

¿Quién, sino Fortuny, pudo unir sin trabajo visi- ble la fuerza y la gracia? Dejemos en buen hora al rematador animando a su público para que le compren el Otoño concienzado de Biersta- dt, unos lirios coquetuelos de Adrien Moreau,

pe

ERA Pr

la repulida Hermanita bondadosa de Von Bremen, El hijo pródigo de Dubufe, sabio y brillante, la de- seada Disputa de límites, en cuyos rostros animados ha sabido pin- tar Nicol las pasiones sociales que tienen roídos los cimientos de In- glaterra. Dejemos que las puestas cesen, que el remate acabe, que la concurrencia se reparta por las ca- lles vecinas, con sus catálogos ro- jos brillando osadamente a la luz eléctrica sobre los vestidos negros. ¿En qué hemos de pensar, después de haberlos visto, sino en El en- cantador de serpientes de Fortuny,

un juicio de la vida, y en La playa

de Pórtici, una tormenta de luz?

Mientras más se estudia El encantador, más revela ese extraño poder del genio para crear involuntaria- mente símbolos profundos de la naturaleza que lo inspira. Sopla el levante, que deja el aire limpio, cla- ra la oscuridad, rastreando por la tierra la humareda: a lo lejos, llanos, cuchillas, tolderío de árabes, mon- tes, horizonte. ¿Cómo pudo obtener estos grados

de luces en la sombra, sin los contrastes y blancos

de Rembrandt? Al frente del cuadro se desenvuelve en profética paz el drama eterno. ¿A qué encomiar

la verdad de la alfombra donde el árabe esbelto está tendido, encantando a la serpiente; los verdes y los rojos del dibujo; la gracia del escorzo y de la pers- pectiva; la silla de montar caída a los pies del árabe, como su perro? La silla es como él, elegante y fina: ella es la libertad; la vida fiera, en una nube de has- hish; la carrera que inflama el corazón; la nube de arena en donde resplandece la espingarda; la amiga en el peligro y la almohada en la muerte. Sopla el levante: azotadas las nubes trasponen los montes,

28

enderézase sobre sus anillos, al voto del mago, la mística serpiente: el mancebo la mira sin miedo, como la juven- tud a lo desconocido: un derviche, envuelta la cabeza en un lienzo rojo que el viento sacude, contempla erguido en su asiento el duelo ex- traño, con aquella poé- tica curiosidad del árabe por la naturaleza, con el afán del viejo, curtido y desnudo, que quie- re saber lo que está al otro lado de la vida! La serpiente se va desen- roscando, como cuando las sacerdotisas de La- nuvium le ofrecían en su templo las tortas de harina y miel de las col- menas; como cuando el eslavo la invitaba, teme- roso de su poder, a to- mar puesto en el festín de sus hogares; como cuando el hindú arrodi- llado le ofrece la leche fresca en su escudilla. Nada más que el levante que se lleva el humo, interrumpe la escena. Acaso el encantador le pregunta lo que ha de suceder, como le preguntaban los atenienses: aca- so la riñe, la abate cuando intenta erguirse, la castiga, porque ha mordido a alguno de los árabes del tolde- río. Flota al viento el lienzo rojo que cubre la cabeza del derviche. Reclinado el pico sobre el plumón del pecho, asiste a los encantos una grulla. ¿Dónde me- jor que en aquel nocturno espacio está representada la pregunta incesante del hombre y el misterio se- reno de la vida? ¡Domémosla de jóvenes, y, luego de bien curtidos y desnudos, volvamos a ti, naturaleza!

¿Y esa Playa de Pórtici, el cuadro que dejó sin acabar

el único pintor que pobló de aire sus telas? ¿Cómo no había de ser hermoso, si era la prueba de su liber- tad de artista, y de su propia dicha? Ya aquella no es la vida árabe, que desató a sus ojos las gracias de la luz, y le reveló la elegancia y la sabiduría. Ya tomado del moro el conocimiento de la paz y alegría del mundo, y la dignidad del carácter. Ya la admiración de los coleccionistas le ha dado fama y riqueza. Ya puede pintar a la luz del sol a su mujer y sus hijos. El cuadro es eso: su hogar en la playa, con su mujer, que cose, su cuñada que se ampara los ojos del refle-

jo, sus hijos que juegan sobre el verde a la sombra de

un quitasol encarnado: de un lado un muro blanco, a cuyo abrigo reposa el coche de la casa, sube al centro del cuadro, donde se divisan las callejas del pueblo, por una puerta roja: del otro lado, en ángulo atrevido, baja a romper sus aguas en la playa un mar de ardiente azul, donde se encuentra y acentúa el del cielo. Con la calma del estío radioso vagan por el celaje algunas nubecillas:

quiebran aquel enor- me lujo claro: el coche dormido al amparo del muro, y del lado del mar la sombra de un bote. Allá en la arena triscan los bañistas, semejantes, bajo el fuego del sol, a hormigas de colores.

Y en la parte no acaba- da del cuadro, se ve que jamás fue fácil el triun- fo, y que aquella tersura del color, que es sutil aire ambiente, aquella gracia tan natural que no parece creada, aque- lla luz que solo cede en esplendor a la del cielo, eran el produc- to sabio de una labor terca y robusta, como todo lo que perdura y resplandece. Allí se ve, cortadas impíamen- te por la mano mortal sus hebras de colores, la carne sana de aquella enérgica pintura. Era una capa puesta sobre otra, un azul en el seno de un amarillo, un verde cimentado sobre un blanco, un cariño de padre cuidadoso en la manera de ha- cer vivir y palpitar la luz. La noble tristeza de los creadores sombreaba la frente de aquel joven glo- rioso. Sabe el hombre de partos y agonías, antes de que le su primer beso de pasión la aurora!

La noble tristeza de los creadores sombreaba la frente de aquel joven glorioso. Sabe el hombre de partos y agonías, antes de que le su primer beso de pasión la aurora!

blanco sobre blanco, marino sobre celeste, parasol rojo y flor amarilla entre hojas ver- des. Solo dos puntos negros

30

Explicación de figuras

Portada. Lucha salvaje entre el caballo blanco enca- britado y el león rugiente (1855) del pintor y escultor belga Eugéne Joseph Verboeckhoven (1798-1881). Comentarios. Sobre esta pintura Martí solo dice que “...un caballo salvaje, atacado por un león se vendió en más que la deliciosa Marquesa de Madra- ZO...” A partir de la imagen que aparece en el catá- logo de la Colección A. T. Stewart identificamos la obra y el pintor, quien no tiene referencias en la obra martiana. A pesar de lo breve de la mención este cuadro deviene en un símbolo en su crítica directa a la concepción del arte como mercado y la esencia de la sociedad norteamericana. Imagen: BERKO.*

Página 2. Portada del catálogo de la colección de pinturas, esculturas y otros objetos de arte de A.T. Stewart editado para el público en 1887 con motivo de la subasta en Chickering Hall. Comentarios. Esta es la portada roja que se menciona dos veces en la cró- nica martiana. Imagen: American Art Association.

Página 3. Foto de una parte de la galería de obras de arte de la mansión de Stewart. Comentarios. Según Leanne Zalewski, profesora adjunta de Historia del Arte en la Universidad de Connecticut, Stewart po- seía 206 pinturas en la colección”, obviamente más de lo que permitía el espacio de la pared, por lo que estas se apoyaban contra las paredes o las esculturas. De ahí la expresión de Martí: Stewart “amontonó sus

cuadros...” Imagen: “The New York Public Library.”

Página 4. Retrato del pintor español Mariano For- tuny y Marsal (1838-1874) de 1867, por su suegro, el también pintor español Federico Madrazo. Ima-

gen: Museu Nacional d'Art de Catalunya.”

Página 6. Montaje de retratos y autorretatos de los nueve pintores mencionados por Martí en la intro- ducción de la crónica. Pintores italianos: autorre- tratos de Francesco Paolo Michetti (1851-1929), Giovanni Boldini (1842-1931) y Attilio Simone- tti (1843-1925); y retratos de Giuseppe de Nittis (1846-1884) por Eduardo Manet, y Vicente Pal- maroli González (1834-1896) por Luis de Madra- zo. Pintores españoles: autorretrato de José Jimé- nez Aranda (1837-1903); y retratos de Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871) por Raimundo Madrazo; Luis Álvarez Catalá por Carolus Durán y Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-1920) por Federico Madrazo. Imágenes: Wikipedia/ Wi- kimedia”, Museo del Prado? y Nasjonalmuseet.?”

Página 8. Grabado que muestra la escena del rema- te del cuadro Friedland en la subasta de la colección de pinturas de A.T. Stewart en el Chickering Hall. Comentarios. Esta imagen apareció en el semana- rio Frank Leslies illustrated newspaper del 2 de abril de 1887 con el pie: «Sixty-six thousand dollars and sold!» La escena, donde se ve al rematador y al público que puja, recrea lo que dice Martí en su crónica: «¡Cuarenta y cinco mil pesos!» «¡Cincuenta

mil!» «¡Sesenta mil!» «¡Sesenta y seis mill» ¿Qué cuadro es ese que obtiene el mayor precio alcanza- do en los Estados Unidos por cuadro alguno? Ima- gen: Library of Congress.*

Página 9. Retratos de George Washington del pin- tor estadounidense Gilbert Charles Stuart (1755- 1828). Comentarios. Desde su primer cuadro de Washington en 1796, Stuart pintó a lo largo de su carrera al menos cien retratos, la mayoría copias de su obra príncipe. Dado que el catálogo de la Colec- ción A. T. Stewart no contiene un grabado de esta pintura no sabemos con certeza el cuadro que Martí vio por lo que hemos incluido muestras de varios de ellos; en mayor tamaño el cuadro original. Otra valo- ración de Martí sobre los retratos hechos a este po- lítico la hallamos posteriormente en “El centenario de Washington” publicado en El Partido Liberal de México en 1889 donde compara el retrato de Stuart con el del también pintor estadounidense Charles Willson Peale (1741-1827). En el sumario de ese reportaje leemos: “El Washington militar de Peale »29

y

más adelante amplia: *...tal vez está mejor en el cua-

mejor que el Washington pomposo de Stuart

dro de Peale, de militar arrogante con cara travie- sa, en traje mahón de casaca azul, con bota negra y acero desenvainado, entre heridos y pabellones, ven- ciendo en Monmouth, que cuando Stuart lo pinta de Presidente después de la hora de tocador; cuando los dientes recién hechos le afeaban la encía, y los re- toques de colorín le daban a la cara mortecina cierto aire de máscara.¡No es a ese anciano repintado y frío quien Federico el Grande, llamó el primer general del mundo!”% Imagen: National Portrait Gallery.*

Página 10. Arriba. El fín de mayo (1870) del pintor francés Charles-Francois Daubigny (1817- 1878). Comentarios. “Daubigny, que presenta la natura-

”32 es su calificativo

leza con colores tan sombríos... para los cuadros de este pintor cuando describe las obras de la Colección Runkle desde The Hour de Nueva York en 1880, una de las pocas referencias a este artista en la obra martiana. Imagen: MU'TU-

ALART*? Abajo. Las lavanderas (1874) del pintor italiano Giovanni Boldini (1842-1931). Comenta-

rios. Boldini, de quien Martí dice aqui “que pin- ta con el polvo esmaltado y rebelde de las alas de las mariposas” tiene pocas referencias en su obra. Desde la Colección Runkle destaca que “uno de los cuadros más atractivos de la colección, es una pe- queña pintura de Boldini. Su color recuerda a Ma-

drazo, su luz a Pasini”.** Imagen: ARTSY.NET.*

Página 11. Paisaje y ovejas del pintor francés Char- les-Emile Jacque (1813-1894). Comentarios. Co- mo no fue posible encontrar una imagen a color de la pintura original se ha incluido la imagen del catálogo combinada con un fragmento del cuadro Pastora y ovejas para que el lector tenga una refe- rencia del estilo y colorido de este autor, a quien Martí llama aquí “artista potente” y que no tiene otras referencias en su obra. Imagen: Catálogo de la Colección A.T. Stewart y Harvard Art Museums.**

Página 12. Arriba. La vuelta del bosque del pintor italiano Giuseppe de Nittis (1846-1884). Comen- tarios. En el catálogo, este cuadro aparece con el nombre: Bosque de Bologna. Regreso de las carreras. Relacionados con este bosque parisino hay dos hi- pódromos: el de Longchamp, construido en 1857, y el de Auteuil en 1863. Las famosas carreras de caballos en el bosque de Bolonia fueron tema de varias pinturas francesas, entre ellas Carrera de ca- ballos de Edouard Manet que Martí comenta en la exhibición de Paul Durand-Ruel en 1886.*” Nittis se encuentra entre los artistas que Martí selecciona para figurar en los “cuadros en sus marcos de roble

liso dorado”**

que cubrían las paredes de la casa de su Lucía Jeréz en Amistad funesta. Imagen: Wiki- gallery.” Abajo. Mañana de bruma (1873) del pin- tor italiano Francesco Paolo Michetti (1851-1929). Comentarios. En sus descripciones de los abanicos de la Exhibición Bartholdi en La América de enero de 1884, Martí comenta: “así sobre sus marcos ad- mirables concluye ahora sus cuadros impacientes el festoso Michetti, que no ve el aire italiano, tal cual lo ven los comunes, a modo de hervoroso vapor de amantes estrellas, sino como poblado de diminutos geniecillos de colores resplandecientes y varios, en- capuchonados de rojo, vestidos de verde, alados de

31

32

azul, tocados de amarillo: y los toma a manadas, y los aprisiona en sus lienzos”. Imagen: ARTE.4

Página 13. Arriba. Una mujer galante (1874) del pintor y anticuario italiano Attilio Simonet- ti (1843-1925). Comentarios. Este artista “leve y gracioso como un paisaje de abanico” y “maestro en aguas y sedas”, como Martí aquí le llama, no parece tener otras referencias en su obra. Imagen: Cortesía de la Galería BERARDI.? Abajo. Tentación (1874) del pintor español Lorenzo Vallés (1830-1910). Comentarios. Este artista ya había aparecido en la crítica de arte de Martí de 1879 en su visita al Salón de “Autores Contemporáneos” del Museo de Madrid donde comenta su cuadro La demencia de Doña Juana y le llama “pintor, que ama a lo que pa- rece lo elevado y lo sobrio”.* Imagen: Bonhams.*

Página 14. Arriba. La fiesta de niños (1868) del pin- tor alemán Ludwig Knaus (1829-1910). Comenta- rios. En su crónica del Museo Metropolitano Martí compara a este artista con el flamenco Pedro Pablo Rubens y dice: “La sagrada familia de Knaus quizás es el mejor cuadro del museo”.* Imagen: Wikipe- dia/ Wikimedia. Abajo. Gatos persiguiendo una ma- riposa del pintor animalista francés Léon Eugéne Lambert (1865-1936). Comentarios. No hemos ha- llado la pintura original que Martí menciona como Familia de gatos, y que aparece en el catálogo como Cats on cushion; “En Famille”, con un grabado. Aquí presentamos la imagen de un cuadro similar: Gatitos persiguiendo a una mariposa, como referencia de esti- lo y color. Lambert tiene varias referencias en la obra martiana. En sus fragmentos leemos: “M. Lambert ha estudiado a los gatos saltando, riñendo, durmien- do, diciéndose amores. Hace con ellos pintorescos idilios y cuadros dramáticos. —Como ejecutante, su manera es sobria, clara y amplia”. En su críti- ca sobre los acuarelistas franceses de 1880, comenta: “Lambert, el pintor de los gatos. Su Reunión de gatos, supera a todos los otros trabajos que presenta en esta exposición [...] Lambert ha estudiado a los gatos en todos sus momentos: gatos riñendo, gatos peleando y gatos haciéndose el amor, y no tiene rival en esta cu-

riosa especialidad”." Imagen: Cambridge Fine Art**,

Página 15. Arriba. La Marquesa del pintor espa- ñol Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-1920). Comentarios. No hemos hallado el cuadro original que se exhibió en la Colección A. T. Stewart, por lo que hemos usado el grabado del catálogo. Martí comienza la presentación de este cuadro diciendo: “Un caballo salvaje atacado por un león se vendió en mas que la deliciosa Marquesa de Madrazo”. Es claro que busca el contraste entre un cuadro de fie- ras; y otro de una mujer amorosa, coqueta, agra- ciada, soñadora y subyugadora (según los atributos que él mismo destaca) para rematar sus ejemplos de como las “obras de gracia alcanzan poco precio en este país de fuerza”. Vienen a colación entonces sus palabras de julio de 1886 en El Partido Libe- ral de México donde comenta de las universidades norteamericanas: “Acá es frenesí este amor al gla- diador. Se tiene en él una gran vanidad, como si se encarnara y representase al país en lo que más se estima [...] Da frío ver criarse a un pueblo entero en el culto a la fiera”. Raimundo Madrazo tiene múltiples referencias en la obra martiana pero pre- ferimos remitir al lector a la reseña crítica que de él hizo Martí entre las varias que publicó en 7he Hour sobre artistas seleccionados. Ahí leemos: “Las obras de Madrazo no necesitan su firma; las reconocemos inmediatamente, lo cual por solo es un placer. La individualidad es el sello del genio”.* Imagen: Ca- tálogo de la Colección A. T. Stewart. Abajo. Paisaje y ganado (1875) del pintor francés Constant Tro- yon (1810-1865). Comentarios. Este artista está representado en la Colección A. T. Stewart con dos cuadros de la misma temática, ambos con grabados; el que se muestra es el que corresponde a la des- cripción de Martí. Troyon se especializó en paisa- jes rurales con obras donde el ganado vacuno es el protagonista, como menciona Martí en sus noticias sobre la galería de arte del club “Union League”.* Imagen: Catálogo de la Colección A.T. Stewart.

Página 16. Cuadros del pintor y escultor francés Jean-Léon Géróme (1824-1904). Arriba. Carrera de carruajes (1876). Abajo. Los gladiadores o Pollice Verso (1872). Comentarios. Ambas pinturas, como otras muchos de este artista, tocan temas de la cul-

tura en la Antigua Roma. La Carrera, como la llama Martí, tiene lugar entre carruajes de caballos con- ducidos por aurigas en el circo romano. Por su parte, Pollice verso alude a la expresión latina, que significa “con el pulgar al revés”, y hace referencia al gesto utilizado por las multitudes en el coliseo romano para decidir el destino de un gladiador derrotado. Varios cuadros de este artista, que según Martí “tie- nen la consistencia y brillo del acero” aparecen en

su crítica de arte. Imagen: Wikipedia/ Wikimedia.

Página 17. La vuelta de la vendimia (1878) del pin- tor francés William Adolphe Bouguereau (1825 1905). Comentarios. El “místico Bouguereau”, como lo llamó Martí en sus notas sobre la Expo- sición de Bellas Artes de 1882 en París*, cuenta con varios cuadros en su crítica de arte. Imagen:

Wikipedia/ Wikimedia.

Página 18. Alexander Von Humboldt (1859) del pintor alemán Julius Friedrich Antonio Schrader (1815-1900). Comentarios. Este artista no parece tener referencias en el resto de la obra martiana co-

nocida. Imagen: Wikipedia/ Wikimedia.

Página 19. Arriba. Fragmento de Bufones de la corte en la antecámara del Louvre, época de Enrique TIT (1867) del pintor español Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871). Comentarios. No hemos encontrado una imagen a color de este cuadro al cual Martí titula: Bufones. Como hemos usado el grabado del catálogo, para que puedan apreciarse los colores verde, blanco y rojo, a los que él se re- fiere hemos incorporado un fragmento de Bufones jugando al boliche. Ya hemos tenido oportunidad de hablar extensamente sobre este autor desde la edi- ción ilustrada de “La Galería Stebbins” de esta mis- ma colección. Los cuadros de bufones, que tipifican la sátira de Zamacois, abundan en la crítica de arte de Martí: “El bufón es una denuncia viviente que pregona la culpabilidad de los nobles indolentes y cobardes. ¡Que pintor ése que pudo con acierto, y extraordinaria claridad, plasmar en tantas caras tal variedad y vida, y tan sorprendentes matices del vicio!”* Imagen: Catálogo de la Colección A. T.

Stewart, Wikipedia/Wikimedia. Abajo. La visita al recién nacido (1879) del pintor húngaro Mihály Munkácsy (1844-1900). Comentarios. Este pintor tiene múltiples referencias en la obra martiana. En sus notas periodísticas de 1882, comenta la misma pintura que aquí tratamos: “Uno de los pintores más famosos, y más originales e independientes de estos tiempos, es Munkacsy, un húngaro [...] Otro cuadro de Munkacsy, que revela a un hombre hon- rado y venturoso, es Una visita, la visita de las ami- gas que vienen a conocer al niño que acaba de nacer a su amiga, que sonríe pálida y orgullosa, vestida de ropas blancas, desde su sillón de convaleciente. Está allí de tal y tal modo reflejada la felicidad do- méstica, que ver el cuadro hace entrar en deseos de aspirar a ella [...] Los cuadros de Munkacsy están llenos de naturalidad y de poder”.* En 1887 en sus cartas sobre arte escribe una detallada y apasionan- te biografía del artista teniendo como marco la ex- hibición en Nueva York de su famoso cuadro Cristo

frente a Pilatos.%* Imagen: Web Gallery of Art.”

Páginas 20 y 21. La feria de caballos (1853-55) de la pintora francesa Rosa Bonheur (1822-1899) y retrato de la artista por Édouard Dubufe. Comen- tarios. Martí ya había mencionado a esta artista desde su crónica en el Museo Metropolitano en 1880 donde “está representada por unos bonitos

terneros” con su cuadro Destete de los terneros aún

en exhibición. Imagen: Wikipedia/ Wikimedia.

Páginas 22 y 23. Friedland 1807 (1875) y autore- trato (1889) del pintor francés Jean Louis Ernest Meissonier (1815-1891). Comentarios. Ya habia- mos comentado que, probablemente, Meissonier sea uno de los pintores con mayor presencia en la obra martiana pero es precisamente aqui desde la Colección A. T. Stewart en 1887 que Martí se ex- tiende como nunca antes en detalles y pormenores del artista y su obra. Por ello, solo añadiremos algu- nas notas que aparecen en el reportaje que en 1886 habia dedicado al multimillonario Stewart y su palacio, donde ya aparecen comentarios críticos de alguna de las pinturas más significativas de esta co- lección que aquí amplía. Sobre Friedland, dice: “Allí

E

34

está el Napoleón de 1807, la más bella y humana persona del pincel duro y perfecto de Meissonier; allí está, en un lienzo incomparable, hermoso el Na- poleón como un Júpiter joven, arrebatados y heroi- cos a su alrededor en grupos magníficos sus capita- nes: el color mismo de aquella atmósfera triunfante, el caldeado azul, el luminoso vapor, están hablando de imperio y victoria: por la yerba se ve correr la sa- via: todo el ardiente poema está en la retina de cada

caballo”.*? Imagen: Wikipedia/ Wikimedia.

Página 24. Estanque esmeralda en las montañas blan- cas (1870) del pintor germano-estadounidense Al- bert Bierstadt (1830-1902). Comentarios. Además de esta obra, el catálogo indica que Bierstad cuenta en la Colección A. T. Stewart con Seal Rock en San Francisco, una marina; y Parque Natural y Lago del Sur de California, un paisaje lagunar. De los tres he- mos seleccionado el primero por ser el que, tanto en la atmósfera como en el color, evoca el Otoño con que bautiza Martí —sin ofrecer más detalles— la obra que comenta. En “El Museo Metropolitano” y en “La Galería Stebbins”*, Martí compara a Bierstadt con su único rival: el paisajista mexicano José Ma- ría Velasco. Imagen: Chrysler Museum of Art.*

Página 25. El estanque de los lirios del pintor fran- cés Adrien Moreau (1843-1906). Comentarios. En ausencia de más información hemos seleccionado la obra más conocida de este artista con el tema de lirios. El catálogo no tiene ninguna ilustración, la referencia a “unos lirios coquetuelos” que menciona Martí no ofrece muchas pistas y el pintor no tiene otras menciones en su obra. Imagen: Art.Salon.*

Página 26. Arriba. Disputa de límites (1869) del pin- tor escocés Erskine Nicol (1825-1904). Comenta- rios. No hemos hallado una imagen a color de este cuadro y hay pocas referencias sobre el artista en la obra martiana. Imagen: Catálogo de la Colección A. T. Stewart. Abajo. Hermanita bondadosa (1867) del pintor alemán Johann Georg Meyer von Bre- men (1813-1886). Tampoco hallamos una imagen a color de este cuadro cuya artista prácticamente ni tiene en la obra martiana. En su crónica desde el

Museo Metropolitanos dice: La niña sonriente de Meyer von Bremen, posee mucho relieve y gracia”.* Imagen: Catálogo de la Colección A. T. Stewart.

Página 27. Arriba. El hijo pródigo (1867) del pintor francés Édouard Louis Dubufe (1819-1883). Co- mentarios. En la obra martiana este autor —que aquí califica de “sabio y brillante”— solo tiene una men- ción en su artículo sobre “Sarah Bernhardt”*% con

fecha probable en 1880. Imagen: Musée d'Orsay.*%

Página 28. El encantador de serpientes (1864) del pintor español Mariano Fortuny y Marsal (1838- 1874). Comentarios. Fortuny cuenta con numero- sas referencias en la obra martiana y una elogiosa reseña de 1881 que abarca prácticamente toda su vida y su obra, y donde ya destaca la “perfección [que] se advierte en su Encantador de serpientes”. En su crónica sobre el millonario Stewart de 1886 también nos adelanta sus opiniones sobre”...su Aquietador de serpientes echado en medio de ellas sobre una alfombra al aire oscuro y tibio, por el que sube de la esbelta figura el pensamiento profundo, como surgiría un espíritu de esfinge de un cáliz de rosa... Pero es en la crónica que aquí presentamos donde su crítica de esta pintura alcanza el más alto

vuelo. Imagen: Wikipedia/ Wikimedia.

Página 29. La playa de Pórtici trabajo inconclu- so del pintor español Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874). Comentarios. La más extensa valo- ración de esta obra aparece en la reseña de la vida y obra de Fortuny que ya hemos mencionado: “Esta obra inconclusa, La playa de Pórtici, es admirable por su claridad y muestra un conocimiento profun- do de la perspectiva. Tiene un significado íntimo que falta en casi todos los otros cuadros de Fortuny. Representa su hogar tranquilo entre flores ilumina- das por el sol. Su esposa está cosiendo; otra mujer ha tirado la sombrilla sobre las flores blancas y mira contra la luz mientras se protege con la mano del resplandor: es un movimiento natural y una manera feliz de romper las líneas alargadas de la figura. En la esquina unos niños recogen violetas, amapolas y flores amarillas de calabacera. Con el mismo color

da relieve a un niño, a una mujer y a una rosa. Para las cosas vivas tiene una gama de colores; y para lo inanimado, otra distinta que no es sombría. Al ver las partes no terminadas de este cuadro uno imagi- na al pintor cabalgando en las nubes para estudiar el nacimiento y la acción de la luz. Hay una larga muralla blanca a la izquierda; en este tema tan sim- ple ha empleado todas sus facultades: la línea recta se interrumpe, la dureza se suaviza y se disminuye la monotonía. Como la muralla es extensa, está en- trecortada con estribos, y como todavía resulta muy larga vuelve a interrumpirla con una puerta roja: así remata plácidamente en aquella entrada por la que vemos el costado de una casa, el extremo de un arco, una calle lejana, y, desvanecida en la distancia, bajo el cielo que todo lo cubre, una aldea. Todavía lasti- ma su sensibilidad artística la línea recta el muro, y junto a él siembra un arbusto graneado de rosas y un árbol que estira sus ramas. En el borde del lien- zo, donde la muralla asume inmensas proporciones, le molesta un fragmento de cielo gris, y reduce su efecto con un cuerpo aislado de musgos. La entrada que lleva a la ciudad es tan grande como los dos dedos de un niño o como los tallos de calabaza a los pies de la mujer sentada; sin embargo, todo pa- rece real. A un lado espera el coche de la gira con su caballo inquieto y un cochero más paciente; y este grupo es más pequeño que uno de los niños en el centro del lienzo; sin embargo, la proporción es correcta. La mujer cosiendo tiene casi la misma di- mensión que los rebaños del fondo, donde se juntan el mar y la muralla. Con los dedos se puede medir la inclinación del terreno y los pasos que separan las calabaceras de los rebaños. Las delicadas figuras de los bañistas en la playa son de igual tamaño que las cabezas de las mujeres centrales. La base del cuadro es una tormenta de colores, pero una tormenta que duerme. Un cielo de Fortuny, verde en el horizonte, se levanta sobre la superficie, sobre los escollos de flores y sobre el límpido mar azul. Es como si todo lo cercano a la tierra debiera de estar protegido; y ser inmaculado, sereno y soberano en la altura [...] De esta suerte vivió y murió el más original, el más humano de los pintores modernos, y uno de los más excelsos y elegantes de todos los tiempos. De la na-

turaleza sonriente y clara es el pintor del siglo”.*”

Nuevamente, desde su crónica sobre el millonario

13

Stewart vemos sus opiniones sobre *...su Playa de Pórtici, sa cuadro gozoso, su cuadro fresco y libre, el cuadro de su alma, en el que se acercó tanto a la luz que cayó de ella para morir, como caen las ma- riposas, con las alas abrasadas. Murió sin acabarla. Su familia misma es la que pintó en el cuadro, su mujer cosiendo, su cuñada herborizando, sus hijas retozando, en un cantero abierto no lejos de la pla- ya. Allá, en lo hondo del cuadro, una puerta que da a la ciudad, que por aquel agujero se adivina entera. Creciendo con soberbio atrevimiento viene de la puerta por un lado del lienzo un muro blanco, ape- nas interrumpido por un rosal en flor: y el cochero dormilón y coche y jaco que reposan a la espera, son todos juntos más pequeños que la flor amarilla que se abre a los pies de la linda señora en lo bajo del cuadro del otro lado, lleno de bañistas menudos como hormigas, se extiende el agua límpida, azul, fosforescente; pero la maravilla está en el modo, allí visible, con que Fortuny tendía y mezclaba sobre el lienzo las capas de color que, rebujadas y bruñidas luego con arte suavísimo, dan a sus telas aquel claror sereno y caliente en que parece que van a abrirse las rosas y a volar los pájaros: tal es como si se asistiera en una nube al nacimiento de la luz”.” Ese mismo año, en su crítica de la Exhibición en Nueva York de los pintores impresionistas franceses, volvera a mencionar: “De Fortuny está aquí La playa de Pór- tici, el cuadro no acabado donde parece que la luz misma, alada y pizpireta, sirvió al pintor de modelo complaciente: ¡parece una cesta de rayos de sol este cuadro dichoso!”* Imagen: Meadows Museum.”?

Contraportada. Grabado de Lucha salvaje entre el caballo blanco encabritado y el león rugiente (1855) del pintor y escultor belga Eugene Joseph Verboec- khoven (1798-1881). Imagen: Catálogo de la Co- lección A. T. Stewart.

35

36

Notas y referencias

1. José Martí: Fragmento relacionado con los textos para The Hour. Obras Completas Edición Crítica, t. 7, p. 17.

2. Alejandro Herrera Moreno: Proyecto Pinacoteca Martiana 2022, Fundación Cultural Enrique Loynaz, Santo Domingo, República Dominicana. Disponible en: https://www.laedad- deorodejosemarti.com/PinacotecaMartiana.htm

3. Alejandro Herrera Moreno: “Cuando una palabra vale más que mil imágenes”. Primer catálogo de obras de las artes plás- ticas con textos críticos de José Martí. Anuario del Centro de Estudios Martianos 39, 2017, pp. 289-302.

4. José Martí: “Una visita a la Exposición de Bellas Artes en Revista Universal, México, 28 de diciembre de 1875-7 de enero de 1876. Obras Completas Edición Crítica, t. 3, p. 138. 5. José Martí: “Carta de Nueva York expresamente escrita para La Opinión Nacional. Oscar Wilde” en La Opinión Na- cional. Caracas, 11 de febrero de 1882. Obras Completas Edi- ción Crítica t. 9, pp. 244-245.

6.José Martí: “Correspondencia particular para El Partido Li- beral. Un remate de cuadros en New York”, en El Partido Li- beral, México, 14 de abril de 1887. Obras Completas Edición Crítica, t.25, pp. 200-211.

7. José Martí: “El arte en Nueva York. Venta de la famosa galería Stewart” en La Nación, Buenos Aires, 22 de junio de 1887. Obras Completas Edición Crítica, t. 25, pp. 235-245. 8.José Martí: “Correspondencia particular para El Partido Li- beral. El millonario Stewart y su mujer” en El Partido Liberal, México, 12 de noviembre de 1886. Obras Completas Edición Crítica. t. 24, pp. 282-290.

9. AAA: Catalogue of the A.1. Stewart Collection of paintings, sculptures, and other objects of art. American Art Association, compilado por “Thomas E. Kirby, J. J. Little 8% Co. Press, As- tor Place, 1887, New York, 249 pp.

10. AAA: Catalogue of the A.T. Stewart Collection of paintings, sculptures, and other objects of art. American Art Association, compilado por Thomas E. Kirby, Edición limitada a 500 co- pias, J. J. Little 8% Co. Press, Astor Place, 1887, New York, 249 páginas, 73 grabados.

11. Ya hemos explicado que al incorporar las fuentes originales a la investigación periodística podemos ir más allá del examen del contenido y la forma del texto estudiado, para adentrarnos en el proceso de su creación. Lo mismo es válido para su crítica

de arte. Remitimos al lector a: Alejandro Herrera Moreno: Fuentes y enfoques del periodismo de José Martí en el mensua- rio La América. Fundación Cultural Enrique Loynaz, Editora Búho, Santo Domingo, 2018, 204 pp.

12. José Martí: “Correspondencia particular para El Partido Liberal. Un remate de cuadros en New York”, ob. cit., p. 239. 13. Idem, p. 243.

14. Idem, p. 206.

15. Adelaida de Juan: “Al olor de la riqueza”. Universidad de La Habana, 2015, Número 280, pp. 133-139.

16. Adelaida de Juan: “En pintura, como en todo”. Anuario del Centro de Estudios Martianos 11, 1998, p. 150.

17. Pedro Pérez del Solar: “«Buscar la raíz de todo»: Martí en la subasta Stewart”. Revista de Estudios Hispanicos, U.P.R. 2004, Vol. XXXI, Num. 2, pp. 33-57.

18. Rodolfo Sarracino: José Martí y el multimillonario Alexander Turney Stewart. Dossier. Portal de José Martí. Disponible en: http://www.josemarti.cu/dossier/jose-mar- ti-y-el-multimillonario-alexander-turney-stewart/

19. David Leyva González: Notas de un poeta al pie de los cua- dros. Editorial Centro de Estudios Martianos, 2016, 300 pp. 20. Leanne Zalewski: Creating Cultural and Commercial Va- lue in Late Nineteenth-Century New York Art Catalogues” en: Art Crossing Borders. The Internationalisation of the Art Mar- ket in the Age of Nation States, 1750-1914, Jan Dirk Baetens y Dries Lyna, Brill, editores, Leiden, Boston, 2019, pp. 99-126. 21. BERKO: Verboeckhoven Eugene. Savage fight between the rearing white horse and the roaring lion. Disponible en http:// www.berkofinepaintings.com/

22. Leanne Zalewski: ob. cit., p. 108.

23."The New York Public Library. “Mrs. A. T. Stewart's Pictu- re-Gallery”The New York Public Library Digital Collections. 1971. Disponible en: https://digitalcollections.nypl.org/

24. MNAC: Retrato de busto de Maria Fortuny. Museu Na- cional d'Art de Catalunya. Disponible en: https://www.mu- seunacional.cat/

25. Siempre que aparezca esta fuente se trata de imágenes del dominio publico de la enciclopedia libre Wikipedia (https:// es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia) o del depósito multimedia Wikimedia Commons (https://commons.wikimedia.orgwi- ki) dos de los varios proyectos de la Fundación Wikimedia.

26. Museo del Prado: Luis Álvarez Catalá por Carolus Du- ran. Disponible en: https://www.museodelprado.es/

27. Nasjonalmuseet: Portrett av maleren Giuseppe de Nittis, Édouard Manet, for 1883. Disponible en: https://www.nas- jonalmuseet.no

28. Library of Congress: New York City. Sale of the Stewart collection of paintings at auction, at Chickering Hall ”Six- ty-six thousand dollars and sold!” from a sketch by a staff artist. En: Frank Leslies illustrated newspaper, 1887 April 2. Library of Congress Prints and Photographs Division Was- hington, D.C. USA. Disponible en: https://www.loc.gov/ 29. José Martí: “El centenario de Washington” en El Partido Liberal, México, 1889. Obras Completas, Editorial de Cien- cias Sociales, 1992, t. 13, p. 502.

30. Idem, p. 508.

31. National Portrait Gallery: George Washington (Lansdow- ne Portrait) 1796, Gilbert Stuart. National Portrait Gallery, Smithsonian Institution. Disponible en: https://ids.si.edu/ 32. José Martí: “La Colección Runkle” (Traducción) en The Hour, Nueva York, 1880. Obras Completas Edición Crítica, t.7, p. 286.

33. MUTUALART: Charles-Frangois Daubigny. Un sentier, fin du mois de mai, 1870. Disponible en:https://www.mutua- lart.com/

34. José Martí: “La Colección Runkle”, ob. cit., p. 287.

35. ARTSY.NET: Giovanni Boldini. Italian, 1842-1931. Washerwomen, 1874 Disponible en: https://www.artsy.net/ 36. Harvard Art Museums: Charles-Émile Jacque, French (Paris 1813-1894 Paris). Shepherdess and sheep. Fogg Museum. Disponible en: https://harvardartmuseums.org/

37.José Martí: “Cartas de Martí”en La Nación, Buenos Aires, 19 de junio de 1886.Obras Completas Edición Crítica,t.23,p.133. 38. José Martí: Amistad funesta. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, 1992, t. 18, p. 205.

39. Wikygallery: Return from the races by Giuseppe de Nittis. Disponible en: https://www.wikigallery.org/

40. José Martí: “Los abanicos de la Exhibición Bartholdi” en La América, Nueva York, enero, 1884. Obras Completas Edi- ción Crítica, t. 19, pp. 31-32.

41. ARTE: Francesco Paolo Michetti La raccolta delle zucche. Arte uno sguardo alla pittura del XIX secolo e del primo “900. Disponible en: https://www.deartibus.it/

42. Galería BERARDI: La donna galante, catálogo de 2018: Attilio Simonetti (1843-1925). Pittore alla moda e antuqua- rio a Roma. Agradecemos la imagen a la Sra. “Teresa Sacchi Lodispoto del Archivio dell Ottocento Romano. Más infor- mación de esta galería en: https://www.berardiarte.com 43.José Martí: “Notas sin orden tomadas sobre la: rodilla, al pie de los cuadros.-Rapidísima visita al Salón de “Autores Con- temporáneos”.-Museo de Madrid. Diciembre de 1879. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, 1992, t.15, p. 142. 44. Bonhams: Lorenzo Vallés. The surprise. Disponible en: ht- tps://www.bonhams.com/

45. José Martí: “Ihe Metropolitan Museum” en The Hour, Nueva York, 3 de abril de 1880. Obras Completas Edición Crítica, t.7, p. 54.

46. José Martí: Fragmentos. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, 1992, t. 22, p. 165.

47. José Martí: “Los acuarelistas franceses” en The Hour, Nue- va York, 12 de junio de 1880. Obras Completas Edición Crí-

tica, t. 7, p. 93.

48. Cambridge Fine Art: Kittens chasing a butterfly Léon Eu- géne Lambert Disponible en: https://cambridgefineart.co.uk/ 49. José Martí: Correspondencia particular para El Partido Liberal” en El Partido Liberal, México, 13 de julio de 1886. Obras Completas Edición Crítica, t.24, pp. 73-74.

50. José Martí: “Raimundo Madrazo” en The Hour, Nueva York, 21 de febrero de 1880. Obras completas Edición Críti- ca, t.7, pp. 19-25.

51. José Martí: “Un gran baile en Nueva York” en La Nación, Buenos Aires, 8 de abril de 1888. Obras Completas Edición Crítica, t. 28 p. 51.

52.“La revolución del trabajo”en La Nación, Buenos Aires, 7 de mayo de 1886. Obras Completas Edición Crítica, t. 23, p. 89. 53. José Martí: “Cartas de Nueva York expresamente escritas para La Opinión Naciona?”,en La Opinión Nacional, Caracas, 16 de mayo de 1882.Obras Completas Edición Crítica,t.11,p.178. 54. José Martí: “La carrera y las obras del español Eduardo Zamacois” en The Sun, Nueva York, 30 de octubre de 1881. Obras Completas Edición Crítica, t. 7, p. 421.

55. José Martí: “Sección Constante. Historia, Letras, Bio- grafía, Curiosidades, Ciencia” [Marzo 1882] en La Opinión Nacional, Caracas, 28 de marzo de 1882. Obras Completas Edición Crítica, t. 12. p. 263.

56. José Martí: Carta sobre arte. El Cristo de Munkácsy” en La Nación, Buenos Aires, 28 de enero de 1887. Obras Com- pletas Edición Crítica, t. 25, pp. 25-33.

57. Web Gallery of Art: Munkácsy, Mihály. Baby Visitors. Disponible en: https: //www.wga.hu/

58. José Martí: “El Museo Metropolitano”, ob.cit., p. 58.

59. José Martí: “Correspondencia particular de El Partido Li- beral. El millonario Stewart”, ob. cit., p. 285.

60. José Martí: “El Museo Metropolitano”, ob. cit., p. 57. 61.José Martí: “The Stebbins Gallery”,en 7he Hour, Nueva York, 17 de abril de 1880. Obras Completas Edición Crítica,t.7,p.69. 62. Chrysler Museum of Art: The Emerald Pool. Albert Bierstadt. Provenance: A.T. Stewart, New York, until 1887. Disponible en: https://chrysler.emuseum.com/objects/21978/the-emerald-pool 63. Art.Salon: Adrien Moreau 7»e lily pond. Disponible en: https://www.art.salon/artist/adrien-moreau

64. José Martí: “El Museo Metropolitano”, ob. cit. p. 58.

65. José Martí: “Sarah Bernhardt” The Sun de Nueva York, 1880 (fuente y fecha probable). Obras Completas Edición Crítica, t. 7, pp. 351-354.

66. Musée d'Orsay: Edouard Dubufe. L'Enfant prodigue. RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay)/ Hervé Lewandowski. Disponible en: https://www.musee-orsay.f£r/fr/oeuvres/len- fant-prodigue-1085

67.José Martí: “Mariano Fortuny”en The Sun, New York, 27 de marzo de 1881. Obras Completas Edición Crítica, t.7, p. 400. 68. José Martí: “Correspondencia particular de El Partido Li- beral. El millonario Stewart”, ob. cit., p. 285.

69. José Martí: “Mariano Fortuny”, ob. cit., pp. 405-406.

70. José Martí: “Correspondencia particular de El Partido Li- beral. El millonario Stewart”, ob. cit., pp. 285-286.

71. José Martí: “Correspondencia particular para El Partido Liberal. Exhibición en New York de los pintores impresionis- tas franceses” ob. cit., p. 77.

72. Meadows Museum: Maroiano Fortuny y Marsal. Beach at Portici. Disponible en: https://meadowsmuseumdallas.org/

37

Esta primera edición ilustrada de:

“Un remate de cuadros en New York” de José Martí fue publicada en línea el 28 de enero del año 2023 por la editorial de la Fundación Cultural Enrique Loynaz en Santo Domingo, República Dominicana, en el marco de las actividades por el 170 aniversario del natalicio del héroe de nuestra América

WAY > A

Sen e Lo 5 ISBN: 978-9945-9286-4-8

o as U el )

no: $9 EA